EL CIRCO DE LA VIDA
Eres un payaso, sonríes a todos cuantos te rodean porque ese es tu oficio y tu función. Haces reír sin cesar, pero no llega a más. Repentinamente, pasas a ser equilibrista, deslizando cada milímetro de piel con gran osadía sobre un fino hilo, pasito a pasito, con cuidado de no desmoronarte o sufrirás un gran mal… Proyectas minuciosamente cada pisada, pero por desgracia, en muchas ocasiones pierdes el equilibrio. Aun estás empezando, te ayudan a sostenerte en cada instante que crees resbalar y divisas atónito tu tensa mano sobre su piel, fielmente atada, con soltura pero seguridad. Es un largo trayecto, pero debes aguantar.
-¡No te caigas, que te vas a lastimar! – advierten ignorantes.
-Esto es muy difícil, ellos que sabrán -te murmuras sin escatimar.
A los lados ves caras nuevas, a veces te desconciertan, pero allí están. A pesar de todo, el extenso tramo lo realizas solo, y cada vez mejor, aunque sin esas personas cuyos hombros te sustentan, una caída sería terrible, incluso podrías no volver a reanimar. La cuerda se ve bastante mal, buscas el por qué, pero nadie te lo da a entender. Hay surcos, una extrema delgadez y en escasos momentos pasas sin dificultad.
En tu trayecto por el circo hallarás persistentes domadores, algunos escapistas y demasiados ilusionistas, a los que en alguna ocasión intentarás imitar, pero no, eso no está hecho para ti, es otro mundo distinto dentro del mismo circo. En este lugar donde trascurren ociosos actos alejados de la realidad, no falta la presencia de un titiritero que maneja cuidadosamente y a su antojo cada movimiento de sus personajes ¡Ten cuidado, que colecciona humanos! No caigas en la trampa. Ven y disfruta expectante de cada actuación y ríe cuanto puedas, que nada puede ser mejor.
Todos nos encontramos en este circo, ¿cuál es tu papel?
Valentin Gonzalez
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